sábado, 31 de marzo de 2018

UN DÍA COMO HOY YACÍA JESÚS EN LA TUMBA



Un día como hoy yacía Jesús en la tumba, muerto como el cordero que fue llevado al degüello, para ser sacrificado en la pascua, cumpliendo el propósito de quitar el pecado del mundo; cerrando la brecha entre la humanidad pecadora e imperfecta y Dios que es santo y perfecto.

Ahí Yace el hijo del hombre, fiel y leal, demostrando que los humanos si pueden amar a Dios, con la mente, el cuerpo, alma y espíritu, desde el corazón con integridad bajo las pruebas más difíciles hasta la misma muerte.

Ahí Yace el ser humano más especial que ha existido en la tierra, recomprándonos del pecado que nos vendió Adán el primer hombre, dicho de otra manera, si pecamos, podemos recurrir al padre en busca del perdón y con una conciencia tranquila.

Ahí Yace el hijo de Dios, que bajó del cielo a padecer y sentir el sufrimiento de la humanidad en carne propia y ser víctima de la envidia, el orgullo, la arrogancia, el rencor, el odio y la bajeza de algunos seres humanos de su pueblo que lo condenaron a la muerte injustamente como un malhechor, porque el pecado entró en el mundo reinando hasta ese momento.

Ahí Yace el hijo de Dios, que con su muerte destronó el pecado como rey, con la bondad inmerecida de la justicia de la vida eterna como mira a nuestro salvador Jesucristo, para todo los seres humanos que tengan gratitud en dicho sacrificio.

Ahí Yace la personificación de la sabiduría, que fue leal siempre como humano, sin tacha e inmaculado, dedicado durante su existencia como humano a servir y a dar amor.

Un día como hoy, la humanidad estaba de luto, llorando al hijo del amor de Dios, al hombre leal, al gran maestro de todos los tiempos, al salvador de la humanidad y el único camino para llegar al padre.

¿Cómo amar al hijo del amor de Dios, al hijo del hombre que es la personificación de la sabiduría? ¿Cómo amar al salvador?, que demostró su amor incondicional hasta quienes leemos este escrito, sin él habernos conocido y devolvernos la fe, la esperanza y la verdadera libertad.

Autor:

Millón Durango

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