HASTA
QUE LA MUERTE NOS SEPARE
Las palabras de los enamorados brotan de las entrañas,
del mismo corazón, que con el tiempo a
un estando casados tienen un sabor maravilloso a luna, a estrellas, a desierto
a melocotón.
Palabras de amor que fueron surgiendo, brotaron del sentimiento,
cimiento de una relación que fue creciendo como un ornamento dentro del hogar.
Hogar dulce hogar, como el chocolate y el duce sabor de
la miel, endulzantes de nuestras vidas, zurcidas de cariño, con aliños de
paciencia a la semejanza de Dios.
Jehová, tercera cuerda de un vínculo maravilloso y provechoso,
para siempre absolutamente; de un amor besado tres veces, de bendiciones varias;
para producir felicidad, como cuando Él produjo la tierra y los ángeles a una
sola voz clamaron con alegría.
Es una sensación que gracias al amor hace que el
corazón salte de alegría, es la seducción que saciamos con vigor, como un
acordeón que entona hermosas melodías.
Hemos juntado nuestras almas, nuestros cuerpos,
nuestros corazones y sentimientos con principios bíblicos, bases del fruto del
espíritu santo que muchas veces llanto.
Los dos somos poesía, camaradería de un cielo azul,
somos palomas que jugueteamos de la nada enjabonados con caricias sacadas de un
baúl.
Fuimos hechos el uno para el otro, como el sufrimiento
y la tolerancia, como el desierto árido y un oasis de elegancia, como el dolor
y el placer, así somos tu y yo mujer, que nos amamos con todo nuestro ser,
desde hoy, desde siempre, desde ayer.
John Durango
Agosto 12 de 2010
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